El parto prematuro, que ocurre antes de las 37 semanas de embarazo, puede empezar de repente, y a menudo se desconocen los motivos.
Si crees que te vas a poner de parto antes de tiempo, ponte en contacto inmediatamente con tu hospital o un profesional sanitario. Tu matrona⍰ u otro profesional en el hospital comprobarán si has roto aguas, si estás de parto o si hay una infección. Estos reconocimientos pueden incluir un tacto vaginal⍰, análisis de sangre y orina, y la medición de los latidos del corazón de tu bebé. Necesitan evaluar tanto tu estado como el de tu bebé para decidir el mejor cuidado y discutir tus preferencias contigo.
Tu médico o comadrona te lo explicará todo, ofreciéndote tratamientos como corticoides para ayudar a los pulmones de tu bebé o medicamentos para detener el parto, según tu situación. Si ya has tenido un parto prematuro, también pueden sugerirte medidas preventivas, como tratamientos hormonales o puntos cervicales.
El parto prematuro es muy distinto del parto a término. La gente suele pensar que en los partos prematuros es necesaria una cesárea, pero esto no es cierto en todos los casos. La decisión entre un parto vaginal y una cesárea depende de tu situación, por lo que es importante que hables con tu equipo sanitario sobre los pros y los contras de cada opción. En los partos prematuros suelen intervenir más médicos, enfermeras y especialistas para cuidar de ti y de tu bebé (o bebés), al haber más riesgos. Esto puede hacer que la experiencia te resulte extraña o incluso un poco abrumadora.
La sala de partos puede sentirse tensa porque el bebé puede necesitar cuidados urgentes tras el nacimiento. Sin embargo, los padres deben disponer de algún tiempo para conectar con su bebé, aunque sólo sea un rato para cogerlo en brazos o, si eso no es posible, pasar tiempo con él mientras ya está en la incubadora⍰. Es un momento especial e importante, incluso en circunstancias difíciles.